¿Para ser asesora de imagen, hay que ser fanática de la moda?
¡Uf! Ni puedo decirte la cantidad de veces que me hice a mí misma esta pregunta, la formulé a colegas que me resultan referentes, y mis alumnas de la Certificación en Imagen y Marketing Personal también la replicaron.
Acá va mi respuesta: ¡sí y no! Nada claro, ¿no es cierto? Mejor, entonces, me extiendo un poco más.
La chispa inicial para comenzar este camino suele ser un sentido estético afinado. Ese ojo entrenado o innato para dar dentro de un perchero con esas prendas que pueden transformarse en tesoros u opciones salvadoras, intuir qué agregarle a un conjunto básico para que sea verdaderamente diferente o hacer rendir al máximo las instancias de compra, sin importar el presupuesto disponible. Y así podría dar mil ejemplos más.
Y dejame que agregue esto: claro que las pasarelas, las colecciones de grandes marcas o los diseñadores que están un paso delante de lo masivo son fuentes valiosas de inspiración, brújulas para ir delineando una marca personal y disparadores inagotables para la creatividad.
Pero la tarea de una asesora de imagen experimentada y novedosa, como yo entiendo y enfoco mi carrera y la formación que creé y propongo, está alejada de las recomendaciones de los ítems de temporada, no se basa en dictaminar qué está “bien” y que está “mal” ni en marcar combinaciones permitidas e inadmisibles.
Somos #activadorasdeautoestima. Ese es el concepto que quiero remarcarte una y otra vez.
Por eso, la otra pata de nuestra especialidad es la actitud de entrega, la empatía -esa capacidad de ponerse en el lugar del otro-, la sensibilidad y la predisposición para la escucha y la ayuda.
Es más que claro que nadie querrá contratar un servicio para recibir retos a lo maestra odiosa de primaria, para ser señalada en sus puntos débiles o solo escuchar frases que empiecen con “Cómo no …….”, “Deberías haber….”, “Por qué no hiciste………….. antes”.
Y si alguien llegó por esas casualidades de la vida a una pseudo asesora con estas características -porque no creo que sean profesionales capacitadas- les aseguro que ¡no querrá volver! y jamás la recomendaría a alguien querido -solo pasará ese dato secreto a una persona a quien no le tenga demasiado cariño. Y créanme que el circuito de referidos es la base de nuestro negocio.
Algo similar -con las adaptaciones del caso- surgirá con los asesoramientos requeridos por hombres.
Resumiendo: la mirada amorosa define y diferencia nuestro trabajo. Esa es la parte que me apasiona y me gratifica de esta profesión, la que me impulsa a seguir adelante a pesar de las dificultades.
¿Vamos juntas en este camino?
Con amor, Flor